Hace poco, en la tarde de un día cualquiera, al asomarme al balcón de mi apartamento -en Cumbayá, Quito-, sentí la llegada de un avión y, como es mi costumbre, intenté distinguir a cuál aero.línea correspondía. Esta vez era el majestuoso jet de KLM que religiosamente aterriza cada día cerca de las 4pm, a su llegada desde Ámsterdam como lo constaté tantas veces cuando vivía en Tumbaco, otro sector cercano, con Tamara y familia. Era la primera vez que lo veía desde que me mudé, hace poco tiempo, y recordé cuando fui a Londres en 2.020 con esa aero.línea. Así, me quedé pensando en el efecto que esta Vivencia me produjo; la reflexión trajo a mi mente detalles que acá comparto. Mi primer Viaje por avión fue cuando tenía 8 años; vivíamos en Porlamar y fuimos a pasar el Fin de Año a SanCristóbal. En comparación con lo que viví, fue poco lo que había entendido sobre semejante experiencia, de lo que papá, mamá y German hablaban del tema. Aparte de lo que era volar per se , la duración del